martes, 25 de noviembre de 2008

El Suelo

El suelo desde el punto de vista agrológico, se concibe como medio natural de desarrollo de las plantas y por lo tanto de la producción de cosechas. El suelo es considerado como un recurso natural, semirrenovable, por el hecho de responder a los estímulos generados por las fuerzas naturales o del hombre, de manera que parte de sus características intrínsecas se modifican, regenerándose o desgastándose.
Origen del “humus”
La descomposición de especies vegetales y animales (por acción de hongos y bacterias), contribuyó a que con el paso del tiempo se fuera formando el humus, un mantillo fértil de vital importancia para el crecimiento de las plantas.
Esta capa es sede de una gran actividad biológica en la que la acumulación de hojarasca y detritus juega un papel relevante.
Bajo esta capa exterior, se halla el primer sustrato subterráneo donde lombrices e insectos con su actividad alimentaria contribuyen a la formación de nuevo humus.
Lombrices y vegetales, grandes aliados del suelo
La acción de las lombrices es vital para contribuir al aireamiento del suelo. Sin esta complementación el suelo no podría respirar; con sus deyecciones y la propia actividad alimentaria, tanto lombrices como otros insectos son activos participantes en la formación de humus.
Otro elemento indispensable es la acción de los vegetales. En efecto, las plantas retienen la humedad del suelo y mantiene de esta manera su cohesión.
Finalmente, según el predominio de los componentes existen distintos tipos de suelo.



Tipos de suelo
Existen básicamente tres tipos de suelo: fértil, pantanoso y árido o desértico.
En el suelo fértil puede advertirse una gran capa de humus. Esto posibilitará la eficaz realización de la cadena alimentaria. Es idóneo para toda clase de cultivos y para el crecimiento de especies animales y vegetales.
El suelo pantanoso dificulta el paso del agua y se origina una vegetación específica, adaptada a esas condiciones.
El suelo desértico no retiene en absoluto el agua.
La tierra agrícola peruana
La tierra agrícola peruana que potencialmente sólo alcanza a 7 600.000 hectáreas, el 6% de nuestras 129 millones de hectáreas de territorio y de la que apenas usamos deficientemente no más del 3% históricamente, se encuentra además atomizada y repartida entre desierto costero, laderas andinas secas, valles interandinos que trepan cumbres y una vertiente oriental andina boscosa y tropical.
Clasificación de los suelos por su capacidad de uso mayor
La capacidad de uso mayor de las tierras se basa en las limitaciones permanentes de los suelos para poder mantener actividades agrícolas, pecuarias o forestales dentro de márgenes económicos. los factores que fijan estas limitaciones son las condiciones climáticas o bioclimáticas dominantes, los riesgos de erosión (condicionados por la topografía y pendiente), las características del suelo en si (propiedades físicas, morfología, salinidad, alcalinidad, fertilidad y otros aspectos propios que inciden en la productividad) y las condiciones de drenaje o humedad (presencia de niveles freáticos elevados, peligro de inundaciones, presencia de capas densas poco permeables en el subsuelo).
Tierras aptas para cultivo en limpioSon las tierras que reunen condiciones ecológicas que permiten la remoción periódica y continuada del suelo para el sembrío de cultivos de corto período vegetativo o intensivos. El Perú solamente dispone de 4 902.000 Ha. de estas tierras distribuidas en sus tres regiones naturales.
Tierras aptas para cultivo permanenteSon aquellas cuyas condiciones ecológicas no son adecuadas para la remoción periódica y continuada del suelo, pero que permiten la implantación de cultivos perennes y semiperennes (como es el caso de los árboles frutales), bajo técnicas económicamente accesibles a los agricultores. Cubren una superficie del país de aproximadamente 2 707.000 Ha.
Tierras aptas para pastosSon tierras que no reúnen las condiciones ecológicas mínimas para cultivo en limpio y permanente, pero que permiten la implantación de pastos naturales. Ocupan el tercer lugar en cuanto a extensión, abarcando aproximadamente 17 916.000 Ha.
Tierras de protecciónConstituyen todas aquellas tierras que no reunen las condiciones ecológicas mínimas requeridas para cultivos intensivos, permanentes, de pastos y producción forestal. Se incluye dentro de este grupo a los picos, nevados, playas, cauces de río y otras tierras que pueden presentar vegetación diversa, herbácea, arbustiva o arbórea, pero cuyo uso no es económico ni ecológicamente recomendable. La extrema agresividad geomórfica que tipifica al país, se pone de manifiesto en la superficie territorial que abarca este grupo de tierras: 54 300.560 Ha.
Tierras aptas para producción forestalSon tierras que no reúnen las condiciones ecológicas requeridas por los cultivos en limpio, permanentes o por los pastos y que solo permiten la producción de maderas y otros productos forestales. Las tierras aptas para producción forestal son las más representativas del país alcanzando 48 696.000 Ha.




Relación Suelo – Vegetal
El suelo suministra base sólida para que los vegetales puedan fijarse a él, además provee a las plantas el agua y los minerales necesarios para elaborar sus alimentos.
Una condición importante para que se produzca el crecimiento de una planta es que el suelo posea cantidades suficientes de sustancias nutritivas. Éstas se obtienen a partir de la descomposición del humus, por lo cual la presencia de bacterias y hongos es imprescindible para llevarla a cabo.
Un suelo que no contiene humus impedirá el desarrollo de la vida vegetal. Ninguna planta crecerá y prosperará en dicho suelo, pobre en minerales (plato predilecto de los vegetales).
Los vegetales y los animales constituyen los componentes bióticos del suelo. Este influye sobre todos los seres vivientes y éstos, a su vez, modifican el suelo, conformando de este modo, verdaderas comunidades. Es el caso de las hormigas, las lombrices y otros animales que cavan en la tierra sus madrigueras.
Relación Suelo – Animal
El suelo, además de contener descomponedores (bacterias y hongos) y permitir el desarrollo de las plantas, posee gran cantidad de lombrices, insectos y roedores diversos. Su actividad excavadora permite remover el suelo, manteniéndolo aireado y aportando sustancias que formarán parte del humus. Las lombrices, por ejemplo, pueden encontrarse en una hectárea de suelo en una cantidad de 100.000 de ellas; y en el curso de una estación de cultivo suelen ingerir 36 toneladas de tierra, la cual trituran y depositarán, posteriormente en la superficie del suelo. Finalmente, cabe destacar la gran cantidad de animales que viven sobre el suelo modificando su superficie y aportando materiales que constituirán el humus; tal es el caso de las aves, los mamíferos, los reptiles, etc.

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